Leyenda de Oba
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Leyenda de Oba
Oba sufría mucho porque no se sentía amada por Xango en la misma medida que este amaba a Oxum.
Oba era inseguro en su matrimonio si bien Xango estaba a su lado sin tener mayores atractivos, estaba segura de que la inclinación de Xango hacia Oxum se debía a que era más joven y bonita.
No era desconfiada, seguramente porque su postura ante la vida era la de creer en los demás.
Cierto día sabiendo que Xango apreciaba las recetas que le preparaba Oxum, quiso aprender alguna para que su esposo reparara más en ella.
Pidió a Oxum que le enseñara alguna de sus recetas, esta acepta y le pide que regrese en determinado horario para entregarle una que tendría poderes mágicos para obtener el amor de Xango.
Cuando Oba se encuentra con Oxum esta traía la cabeza cubierta por un paño, picara Oxum dice a Oba que la comida predilecta de Xango es el ámala, pero para que la receta tuviera el efecto deseado debería cortar una de sus orejas y colocarla sobre su comida.
Oba siguió las instrucciones pero la reacción de Xango fue de repulsión y de cólera apartándola para siempre de su lado.
Oba también debió soportar la figura divertida de Oxum que quitándose el paño de la cabeza lucia ambas orejas rebelando a su rival que todo era mentira.
Descubierta la verdad Oba y Oxum se traban en terrible lucha que termina cuando Xango las separa pero ambas se transforman en dos ríos que llevan su nombre que se unen para convertir su caudal en la mas peligrosa de las aguas.
Su padre le dijo a Oba que era el momento de escoger marido y que tenía que encaminar su vida pues sus enseñanzas habían sido productivas y que él la quería ver feliz.
Xango y ella se conocieron y al momento surgió una atracción, un amor majestuoso, profundo.
Aunque el vivía con Oia, una mujer de recia personalidad muy parecida a la de el Xangó sabía que los atributos, beneficios y cualidades que aportaría Oba a su matrimonio harían del suyo un reino aún más poderoso. Al principio su unión fue feliz. Xangó dejó sus andanzas con Oia y se dedico por entero a Oba.
En su palacio se respiraba bondad y tranquilidad. Oba bajaba todas las mañanas al río para encontrarse con su hermana Oxum y las dos se contaban sus pequeños secretos mientras se bañaban en las dulces y cristalinas aguas con sus pececitos de colores. Oia desde lejos las veía y no podía contener la envidia porque esa mujer tan bella y hermana suya había logrado lo que ella nunca había alcanzado con sus encantos y hechicerías, casarse con Xango.
Pensó mucho cómo reconquistar el amor de Xango quien con sus recuerdos no la dejaba tranquila. Y acostada bajo un jagüey milenario tuvo el sueño fatídico de la venganza.
En espíritu se trasladó a la morada de los ikú y los egun y en el desierto cementerio donde el viento hacía silbar las copas de los árboles y se oían los chirridos estridentes de las aves de rapiña encontró Oia la solución para reconquistar el amor perdido y descansó por primera vez en muchos días.
A la mañana siguiente fue al encuentro de sus hermanas en el río conversó y se divirtió con ellas y ganó la confianza de Oba tan ingenua y dulce. Sin embargo no engañó a Oxum quien recelosa alertó a su hermana sobre la extraña conducta de Oia pero Oba no le prestó oídos. Con frecuencia Oia le daba a Oba recetas de las comidas favoritas de Xangó que la joven diligentemente cocinaba para su marido. Hasta un día en que lo único que tenía Oba era harina de maíz. Oia le dijo: “No te apures, que vas a resolver como hice yo una vez. Te cortas la oreja se la preparas con el maíz y la sazonas con todo tipo de hierbas”. Ese día Oia llevaba puesto un pañuelo de nueve colores que le tapaba las orejas. A Oba le pareció muy raro pero en su afán por complacer a su hombre se apresuró a cortarse la oreja y preparó con ella un delicioso caldo de maíz.
Cuando Oia vio acercarse a Xango en su felicidad sin límites arrasó con su fuego parte de los bosques.
Al llegar Xangó a su palacio encontró la mesa lindamente servida con profusión de flores rojas como la sangre.
Abrazó a su mujer y le preguntó qué había de comida, pues traía un hambre atroz. Oba le sirvió su plato favorito el cual él comió con gusto, aunque sin dejar de observar a su mujer a quien encontraba distinta.
Al percatarse de que Oba llevaba un pañuelo cosa que nunca usaba pues a Xangó le encantaban sus trenzas largas y su cabello sedoso, le pidió que se lo quitara. Al verla sin una oreja tembló de rabia, pues él perfecto en su belleza no consentía a su lado a una mujer imperfecta. Oba comprendía entonces el engaño de Oia. Xangó echando fuego por los ojos la abrazó por última vez y le dijo que ella seria su única y verdadera mujer pero no tendría mas relaciones si bien la respetaba por su sacrificio y siempre sería la primera entre todas.
Oba avergonzado pero reina entre las reinas visitó a su padre Obatalá y mientras caminaba hacia su palacio sus lágrimas brotaban dejando a su rastro un río caudaloso que arrasaba con todo a su paso al despeñarse entre rocas y árboles.
Los jagüeyes, las ceibas, las palmas y las ácanas se arqueaban para saludar las lagrimas vertidas por el corazón desgarrado de Oba, Obatala al contemplar a Oba que le agradecía cuanto le había otorgado con sus dones divinos, comprendía la traición de Oia y la gran decepción de Oba quien no comprendía las falsedades humanas. Por ello, le concedió lo que le pedía su hija: -Quiero irme-le dijo Oba- a donde nadie pueda verme. Quiero la tranquilidad de lo no existente, quiero vivir con los muertos, con los espíritus, con quienes no me puedan hacer ningún daño. El cementerio será, de ahora en lo adelante mi ile.-
Agradeció otra vez a su padre y fue a despedirse de su hermana Oxum quien recibía en su río revuelto el afluente de las lágrimas de Oba. Las dos hermanas se unieron más que siempre se formó un gran remolino en el cual Oba se traslado del mundo de los vivos al mundo de los muertos y dejó a Oxum quien en adelante seria la única que podría comunicarse con ella encargada de sus asuntos en la tierra de los Orixás, Obatala para que Oba pudiera vivir en paz en su nueva morada le entregó un puñal de fino acero con empuñadura de madera ricamente adornada en oro, plata y piedras preciosas; un barquito pequeño para que se trasladase donde quisiera; una brújula con los cuatro puntos cardinales de los cuales seria dueña absoluta; una coraza o escudo como protección contra todos los males; una careta para esconderse tras ella y evitar ser molestada; un libro en representación de sus conocimientos y enseñanzas y una catalina, símbolo del poder divino.
Todos ellos estaban hechos de madera de ácana muy dura, útil contra todos los maleficios y maldiciones.
Desde ese momento los amarres, las brujerías y los conjuros mágicos hechos a través de Oxum no se desatarían jamás.
Oba vivió feliz, pues sabía que ella la única y verdadera esposa de Xango y nadie podría ocupar su lugar en el reino de los Orixas
Oba era inseguro en su matrimonio si bien Xango estaba a su lado sin tener mayores atractivos, estaba segura de que la inclinación de Xango hacia Oxum se debía a que era más joven y bonita.
No era desconfiada, seguramente porque su postura ante la vida era la de creer en los demás.
Cierto día sabiendo que Xango apreciaba las recetas que le preparaba Oxum, quiso aprender alguna para que su esposo reparara más en ella.
Pidió a Oxum que le enseñara alguna de sus recetas, esta acepta y le pide que regrese en determinado horario para entregarle una que tendría poderes mágicos para obtener el amor de Xango.
Cuando Oba se encuentra con Oxum esta traía la cabeza cubierta por un paño, picara Oxum dice a Oba que la comida predilecta de Xango es el ámala, pero para que la receta tuviera el efecto deseado debería cortar una de sus orejas y colocarla sobre su comida.
Oba siguió las instrucciones pero la reacción de Xango fue de repulsión y de cólera apartándola para siempre de su lado.
Oba también debió soportar la figura divertida de Oxum que quitándose el paño de la cabeza lucia ambas orejas rebelando a su rival que todo era mentira.
Descubierta la verdad Oba y Oxum se traban en terrible lucha que termina cuando Xango las separa pero ambas se transforman en dos ríos que llevan su nombre que se unen para convertir su caudal en la mas peligrosa de las aguas.
Su padre le dijo a Oba que era el momento de escoger marido y que tenía que encaminar su vida pues sus enseñanzas habían sido productivas y que él la quería ver feliz.
Xango y ella se conocieron y al momento surgió una atracción, un amor majestuoso, profundo.
Aunque el vivía con Oia, una mujer de recia personalidad muy parecida a la de el Xangó sabía que los atributos, beneficios y cualidades que aportaría Oba a su matrimonio harían del suyo un reino aún más poderoso. Al principio su unión fue feliz. Xangó dejó sus andanzas con Oia y se dedico por entero a Oba.
En su palacio se respiraba bondad y tranquilidad. Oba bajaba todas las mañanas al río para encontrarse con su hermana Oxum y las dos se contaban sus pequeños secretos mientras se bañaban en las dulces y cristalinas aguas con sus pececitos de colores. Oia desde lejos las veía y no podía contener la envidia porque esa mujer tan bella y hermana suya había logrado lo que ella nunca había alcanzado con sus encantos y hechicerías, casarse con Xango.
Pensó mucho cómo reconquistar el amor de Xango quien con sus recuerdos no la dejaba tranquila. Y acostada bajo un jagüey milenario tuvo el sueño fatídico de la venganza.
En espíritu se trasladó a la morada de los ikú y los egun y en el desierto cementerio donde el viento hacía silbar las copas de los árboles y se oían los chirridos estridentes de las aves de rapiña encontró Oia la solución para reconquistar el amor perdido y descansó por primera vez en muchos días.
A la mañana siguiente fue al encuentro de sus hermanas en el río conversó y se divirtió con ellas y ganó la confianza de Oba tan ingenua y dulce. Sin embargo no engañó a Oxum quien recelosa alertó a su hermana sobre la extraña conducta de Oia pero Oba no le prestó oídos. Con frecuencia Oia le daba a Oba recetas de las comidas favoritas de Xangó que la joven diligentemente cocinaba para su marido. Hasta un día en que lo único que tenía Oba era harina de maíz. Oia le dijo: “No te apures, que vas a resolver como hice yo una vez. Te cortas la oreja se la preparas con el maíz y la sazonas con todo tipo de hierbas”. Ese día Oia llevaba puesto un pañuelo de nueve colores que le tapaba las orejas. A Oba le pareció muy raro pero en su afán por complacer a su hombre se apresuró a cortarse la oreja y preparó con ella un delicioso caldo de maíz.
Cuando Oia vio acercarse a Xango en su felicidad sin límites arrasó con su fuego parte de los bosques.
Al llegar Xangó a su palacio encontró la mesa lindamente servida con profusión de flores rojas como la sangre.
Abrazó a su mujer y le preguntó qué había de comida, pues traía un hambre atroz. Oba le sirvió su plato favorito el cual él comió con gusto, aunque sin dejar de observar a su mujer a quien encontraba distinta.
Al percatarse de que Oba llevaba un pañuelo cosa que nunca usaba pues a Xangó le encantaban sus trenzas largas y su cabello sedoso, le pidió que se lo quitara. Al verla sin una oreja tembló de rabia, pues él perfecto en su belleza no consentía a su lado a una mujer imperfecta. Oba comprendía entonces el engaño de Oia. Xangó echando fuego por los ojos la abrazó por última vez y le dijo que ella seria su única y verdadera mujer pero no tendría mas relaciones si bien la respetaba por su sacrificio y siempre sería la primera entre todas.
Oba avergonzado pero reina entre las reinas visitó a su padre Obatalá y mientras caminaba hacia su palacio sus lágrimas brotaban dejando a su rastro un río caudaloso que arrasaba con todo a su paso al despeñarse entre rocas y árboles.
Los jagüeyes, las ceibas, las palmas y las ácanas se arqueaban para saludar las lagrimas vertidas por el corazón desgarrado de Oba, Obatala al contemplar a Oba que le agradecía cuanto le había otorgado con sus dones divinos, comprendía la traición de Oia y la gran decepción de Oba quien no comprendía las falsedades humanas. Por ello, le concedió lo que le pedía su hija: -Quiero irme-le dijo Oba- a donde nadie pueda verme. Quiero la tranquilidad de lo no existente, quiero vivir con los muertos, con los espíritus, con quienes no me puedan hacer ningún daño. El cementerio será, de ahora en lo adelante mi ile.-
Agradeció otra vez a su padre y fue a despedirse de su hermana Oxum quien recibía en su río revuelto el afluente de las lágrimas de Oba. Las dos hermanas se unieron más que siempre se formó un gran remolino en el cual Oba se traslado del mundo de los vivos al mundo de los muertos y dejó a Oxum quien en adelante seria la única que podría comunicarse con ella encargada de sus asuntos en la tierra de los Orixás, Obatala para que Oba pudiera vivir en paz en su nueva morada le entregó un puñal de fino acero con empuñadura de madera ricamente adornada en oro, plata y piedras preciosas; un barquito pequeño para que se trasladase donde quisiera; una brújula con los cuatro puntos cardinales de los cuales seria dueña absoluta; una coraza o escudo como protección contra todos los males; una careta para esconderse tras ella y evitar ser molestada; un libro en representación de sus conocimientos y enseñanzas y una catalina, símbolo del poder divino.
Todos ellos estaban hechos de madera de ácana muy dura, útil contra todos los maleficios y maldiciones.
Desde ese momento los amarres, las brujerías y los conjuros mágicos hechos a través de Oxum no se desatarían jamás.
Oba vivió feliz, pues sabía que ella la única y verdadera esposa de Xango y nadie podría ocupar su lugar en el reino de los Orixas
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